diumenge, 23 de novembre del 2008

En mi casa no

Subidas y bajadas

El bar era estrecho y estaba lleno de gente bailando en cualquier parte y de cualquier manera. Forrado de madera, intentaba imitar un bar del oeste americano con ruedas de diligencia y cornamentas de un metro de envergadura, aquí en un puerto en mitad del mediterráneo occidental. Daba igual, total, nada dentro del bar parecía tener demasiado sentido, así que el detalle de un rifle Winchester junto a un menorquín en abarcas era lo de menos. Jornada de puertas abiertas en una sucursal del manicomio de Mahón. Para añadir rarezas de vez en cuando entraba alguna lumi con su cliente escapados del puti de al lado. Bueno, era viernes, un viernes intenso, vendría bien un poco de locura extrema. La gente cantaba a gritos a puntito de entrar en éxtasis, era raro, pues que de entre todos los seres del lugar, ella se fijara de inmediato en uno alto y moreno que bailaba sobre una mesa, moviendo su flequillo sudado de un lado para otro y gritando fuera de si, con los ojos ausentes. Estaba ajeno al resto del mundo, se tomaba su danza como la cosa más seria del mundo, como si estuviese convocando a antiguos demonios del más allá. Un gin tonic de zaphir, rápido por favor o entro en crisis. En esa orgía de locura tal vez podría olvidar otras locuras más sutiles, menos obvias, pero que le habían minado poco a poco la vida. A la mierda, hoy le daba vacaciones a la depresión post ruptura, se iba a acercar al chavalín ese moreno y le iba a explicar en cuatro movimientos en que consiste la lujuria. Se giró a pagar y alguien susurró en su oído,
-Demasiado pronto para enamorarnos y demasiado tarde para olvidarnos.
-deberías plantearte despedir a tu guionista.
-no cobra mucho y al menos ha conseguido que nos conozcamos.
-Es lo único que ha conseguido hasta el momento.
-dale tiempo, la noche proveerá.
-Debo insistir con lo del guionista. Cuanto le pagas, le ofrezco el doble por dejar de escribir.
-No seas duro con él, mira es ese tipo-dijo él señalando a un tipo de pelo largo borracho que intentaba patéticamente ligarse a la camarera y añadió-y tu nombre, es difícil enamorarse sin tener un nombre que repetir.
-Es curioso que el sexo resulte mucho más fácil sin nombres.
-Está bien, tú ganas, sin nombres entonces.
-Ganamos los dos, por lo demás de acuerdo. Nos vamos o quieres seguir invocando al dios de la lluvia.
-Invocaba al del trueno, por lo demás de acuerdo.
Ella salió primero esquivando ágilmente a los borrachos, parecía suelta, como si llevase toda la vida haciendo eso, como si llevase toda la vida entrando en bares y llevándose al único tipo que le interesaba sin mediar casi palabra. Estaba inspirada aquella noche, porque en toda su vida solamente había estado con dos hombres y desde luego había hablado más de dos palabras antes de sacarlos del bar, por decirlo así. Él la siguió corriendo, hey espera, que no me da tiempo a seguirte. Se paró en seco, se dio la vuelta y sin darle tiempo a reaccionar le mordió el cuello.
-Yo pongo el coche y tú la cama.
-Es un trato- dijo él.
Subieron al coche y él la fue guiando hacia el final del puerto,
-Aparca aquí.
-Ahora me dirás que vives en un barco, ¿no?
-Has dicho que ponga la cama, en ningún momento has dicho que tenía que ser mía.
-Venga tío, dejate de historias y vamos a tu casa.
-Creo que no es posible. Alguna vez lo has hecho flotando- dijo él mientras tiraba de la cuerda para acercar el velero. La verdad es que sí, no llegó a decir ella, pero no es el momento de contarlo, dejó de añadir.
-Venga sube que nadie se va a dar cuenta.
Subió y de que manera, subió como no lo había hecho antes, subió y se quedó allí arriba unos instantes y olvidó por un segundo toda su existencia.


-Ts, Lucía, espabila, ni siquiera te voy a preguntar por el fin de semana. Es obvio que bien.
Lo que se pronosticaba como un lunes depresivo de duelo amoroso tras una larga ruptura, dándole vueltas a todo una vez más, resultó un día soleado en el que uno se siente feliz por el simple hecho de estar vivo.

-Bueno, deja de sonreír que tienes que ver a un chaval, el informe que te dí el miércoles; una buena pieza, Gustavo García del Olmo, 16 años, madre politoxicómana, padre alcohólico y violento, absentismo escolar desde los 12, hurtos, robos con intimidación, los últimos con violencia, amenazas, palizas; manipulador o violento, según las circunstancias, se escapó de Es Pinaret, el centro de Palma y por alguna razón ha acabado aquí. Te está esperando.
Abrió la puerta y un flequillo moreno la hizo caer y de que manera.


Ramiro B. Romero
Maó, 13 de Junio de 2008

El desamor y los postres

Predesamor sin prepostres


Es bonito el amor, quien lo niega. Pero acaso alguien se para a pensar que pasará cuando…. Perdón, reinicio la pregunta, pero alguien se para a pensar. Es bonito el amor, quien lo duda. Como dijo fray Guillermo de Baskerville que fácil sería la vida sin amor… y que tremendamente aburrida. Somos animales absurdos, unos más que otros, nos pasamos la vida amando y desamando, odiando quizas, sufriendo seguro y sin embargo seguimos buscando el amor, es como si una foca con una aleta menos, añorase a la orca. Es que no es rídiculo echar de menos a tu dentista. Pero no, nosotros el segundo animal mas inteligente del planeta sigue añorando aquello que solo dejo un poso de dolor. Busco desamor en el diccionario, y dice: falta de amor o amistad. Sin ánimo de enmendarle la plana a Lazaro Carreter y compañía, desamor es mucho más que eso, no es falta de amor, es falta de autoestima a veces, es odio, son celos hacia ese capullo con el que ahora está y que encima, el muy capullo es un tío de lo más agradable, hasta te irías de cañas con él. Es la estúpida sensación de que todo carece de sentido, como si el resto de tu vida también se hubiese acabado, como si el trabajo, tú gente, todo, careciese de importancia. Pero seguimos corriendo como corderos con síndrome de Estocolmo hacia el matadero. Vamos a un bar y conocemos a una chica preciosa y mientras intentas ser ocurrente para ver si la engañas, no se te pasa por la cabeza ni por un segundo que lo más probable es que acabes muy jodido. Estamos pidiendo a gritos que nos degollen, que no pasen a todos por la quilla. Por alguna extraña razón (instinto de supervivencia de la especie, supongo) seguimos como idiotas buscando a alguien que se merezca torturarnos. Pero sí, es bonito el amor

Estación de tren

Mi casa es un desastre ecológico, piense lo que piense el famoso primo, pero esto no tiene nada que ver. Aparezco tal día como hoy a las 7:36 am, según las señales horarias, en medio de la calle, es decir, a esta hora de pronto tomo conciencia de mi propia esencia o existencia, de que soy o estoy, en ingles es más sencillo. Sin en cambio que diría mi portera el sensor de la puerta automática no se da por aludido, o sea no toma conciencia de mi ser y de mi estar, ignora el lugar físico que ocupo en el espacio, ignora sin más el aire que desalojo cuyo peso del volumen me desplaza de manera sinusoidal, pero me pierdo. El caso es que la puerta no se abre ignorando mi fatal existencia y sin ningún disimulo proyecto mi leve nariz contra el cristal de una puerta de entrada de la estación de tren de Chamartín, Madrid, tal día como hoy 11 de marzo del 2007, a las 7:40 am. No todo el mundo puede decir eso. A donde quiero llegar, direis, sencillamente al baño, lo primero, luego ya veremos. Tras breve e inconsistente orinada me dirijo a la cafetería de la estación y obviando leyes insulsas que en mi ficción nunca ocurrieron me enciendo un cigarro mientras le pido al camarero otra cerveza. Si otra, tan solo con el empeño de sosegar mi resaca tan trabajada. Y medito y pienso… la gente camina de un lado a otro como si de verdad supiesen a donde van como si conociesen un secreto sagrado que se esconde en el anden siete. Pero yo sé, lo he visto en la tele, que en el anden siete lo único que pasa es un tren destino san Sebastián de los reyes. Y en fin a pesar del san no es sagrado ni secreto. Sin embargo ellos casi vuelan como si ese tren les llevase a la felicidad, y no a casa de su suegra, triste destino. Pero a mi me da igual, yo sentado en la silla de la cafeteria, con una cerveza en una mano y un cigarro en la otra, ajeno a todo, lo miro todo, lo juzgo todo desde mi altura, desde mi atalaya en la que hoy me coloco porque si, porque a mi me da la gana, desde la que soy inmune a la critica porque hoy este momento me lo he regalado para observar a los tristes mortales que como yo cada dia van de un lado a otro sin pararse nunca a pensar. Sigo apoyado en la barra observandolo todo y ella se sienta cerca, ni me mira, ni me siente, ignora una vez más mi lugar en el espacio, su sensor no le avisa de que a 20 centimetros escasos de su café caliente y mal oliente un ser humano la observa, la analiza, se plantea el absurdo hecho de que tras esos centrimetros de hueso y carne hay una vida llena de recuerdos de deseos y de impulsos. Mientras me devano los sesos intentando llegar a su mente, imaginar lo que piensa, creyendo ingenuo que piensa en sus hijos, en su novio, en su vida. Mientras tanto, digo, ella solamente toma el café y piensa o siente que esta demasiado caliente, que el camarero es medio imbecil, e incluso tomando conciencia por fin de su compañero de barra es decir yo, se plantea si el color de los vaqueros que se compro ayer era el apropiado, pero por supuesto esto yo no lo sé. Asi que sigo en la barra devanandome los sesos (que significará devanar, por cierto). La cerveza como un reloj intratable me avisa de que el tiempo pasa, y me dice tambien o eso me lo digo yo mismo, que me aburro, que necesito algo más que una barra un cigarro y una tía con prisas para alimentar mi mente resacosa. Así que bajo al andén siete a ver que me depara el futuro. Feliz sorpresa, el tren salió y ahora el anden siete se llena de maletas y gente con destino Burgos, digamos. Miro abiertamente a una pareja que se despide entre arrumacos. La intensidad de los besos crece en función inversa de la distancia del tren que poco a poco avisa su llegada. Me hace gracia el hecho de que algo tan importante para ellos como es que el tren llegue, que ellos se despidan a mi me sea tan indiferente. Pese a mi indiferencia, el tren llega, ellos se besan, obviando mi indiferencia también, indiferenciando la indiferencia podriamos decir. Abstraidos como están, pensando en tratados de otorrinolaringología no se dan cuenta de que el tren comienza a avanzar, también indiferente a su amor o su saliva. Yo los miro por fin divertido. Él de pronto se da cuenta, coge la maleta y corren los dos desesperados intentando meterse en el tren, por fin él con una mano coge un asa de vagón mientras en la otra lleva la maleta, ella corre también, pero no puede, pero no llega. El tren sigue y la deja detrás, sola y desconsolada. Ella llora y consigue que ya no sea indiferente, así que me acerco la abrazo y le digo, no te preocupes, ya volvera. Ya, dice, en el primer tren, porque la que se iba era yo.


Mao 23 de noviembre de 2007

Ramiro B. Romero

Mi amiga Amparo

Imposturas

Cuando era pequeño había en mi casa un sofá que era de uso exclusivo de mi abuela, la única con derecho a sentarse en él era ella. Mis hermanos y yo nos sentábamos en él a escondidas, siempre con el pulso acelerado temiendo ser descubiertos. Francamente, el sofá era horrible y no especialmente cómodo, era un sofá de una imitación de cuero amarillo con un horrendo cojín azul, espantoso en fin, pero supongo que de alguna manera envidiábamos el privilegio de mi abuela. Como a todo el mundo en un momento dado a mi abuela le dio por morir. Hubo entonces una especie de pacto tácito por el cual ya nunca nadie se volvió a sentar allí. Esto creaba una situación bastante absurda ya que hubiese en el salón la gente que hubiese el sofá quedaba permanentemente vacío. Podías ver a cinco personas de pie y en medio del salón un terrible sofá desocupado. Incluso las visitas lo debían intuir pues ni siquiera ellos lo ocupaban. Pasaron los años y un buen día mi madre, en un ataque de pragmatismo decidió forrarlo, desde entonces la gente ha vuelto a sentarse en él. Excepto yo, que pensaba que ese sofá no era más que un impostor. Sabía que era el mismo que solamente lo habían forrado, pero no me podía quitar de la cabeza la sensación de que era falso, de que se estaba haciendo pasar por quien no era y no lo soportaba así que decidí no sentarme jamás en él.
Me pasó algo parecido cuando al papa Juan Pablo II le dio por reunirse con mi abuela. De pronto nos habíamos quedado sin papa, así que hubo un cónclave, creo que se llama, y entre los cardenales eligieron sucesor. Recuerdo perfectamente ver por primera vez al cardenal Ratzinger vestido de blanco y recuerdo como volví a sentir lo mismo que con el sofá. Quien era ese tipejo sonriente haciéndose pasar por el papa. Durante toda mi vida sólo había coexistido con un papa, así que el papa para mí no era más que Juan Pablo II, no podía haber otro, no era ni tan siquiera imaginable. Quien se creía pues el imbécil ese, nos tomaba a todos por idiotas, acaso creía que vistiéndose de blanco inmaculado y saludando desde el balcón del vaticano nos la iba a dar con queso. Aquel día decidí no volver a pisar una iglesia, es más ni tan siquiera volvería a pasar cerca; me sentía estafado.
Pero lo verdaderamente extraño pasó con mi amiga Amparo y desde entonces el proceso no ha hecho más que acelerarse continuamente. A Amparo la conozco desde que éramos enanos, tampoco ella se sentaba en el mentado sofá. Quiero decir con esto que la conozco perfectamente, se lo que va a decir antes de que lo diga, sé lo que piensa, lo que siente, lo que le gusta y lo que odia, casi podría decir que si se destruyese la podría rehacer pieza por pieza. Es mi más vieja e íntima amiga, o debiera decir que lo era tal vez. No sé exactamente como empezó todo pero de pronto empecé a ver cosas pequeñas, sutilezas que me llamaban la atención. Físicamente era ella, tenía la misma cara, los mismos ojos, las mismas manos; hablaba igual que ella, decía lo que ella solía decir y lo decía como ella lo solía decir, caminaba como ella, miraba como ella. En resumen cualquiera hubiera dicho que era ella. Pero como he dicho, de repente comencé a notar pequeños cambios apenas perceptibles, realmente ni siquiera sabría explicarlos, pero algo había distinto, no me iba a dejar engañar. Lo curioso es que cuando ocurrió lo del sofá o lo del papa, yo en realidad sabía que eso era perfectamente normal, en el fondo sabía que el sofá era el mismo y que solamente habían puesto una tela encima, era solo que la sensación era tan fuerte que no me daba la gana aceptarlo. Esta vez en cambio sé que no es así, Definitivamente, Amparo ya no es Amparo. Así que decidí desenmascararla. Cogí un cuchillo jamonero y me dirigí hacia ella hecho una furia. Por suerte para ella entre mis hermanos y mi padre consiguieron reducirme mientras yo gritaba: Impostora que has hecho con Amparo. Por suerte para mi en un descuido conseguí meterle una cuchillada certera al sofá, al menos era un consuelo. Me recluyeron en lo que ellos dicen que es un psiquiátrico y es cierto, parece un psiquiátrico, vienen a verme gente que parece psiquiatra, hay mujeres que parecen enfermeras, pero yo conozco la verdad. Mi madre dice que no pasa nada, que sólo me internaran un tiempo hasta que este mejor, ja yo sé que ella no es mi madre. Ahora estoy frente al espejo del baño sonriendo mientras al otro lado me sonríe un impostor.


Ramiro B. Romero
Maó 12 de enero de 2008

dimarts, 18 de novembre del 2008

sempre passa igual

....a partir d'una clàssica teoria de Murphy i d'altres teories familiars, construïm un petit video d'imatges fet foto a foto , amb la tecnologia domèstica de la que disposem,donem una visió diferent de la nostra qüotidianitat : sempre passa igual...familia riera marquès.

Mi amiga Amparo, fotos del Tonet 3











Mi amiga Amparo, fotos del Tonet 2



















Mi amiga Amparo, fotos del Tonet 1


















diumenge, 16 de novembre del 2008

Amparo

Se fue. Cogió sus maletas y se fue. Amparo. Es curioso, ni siquiera sabía que tuviese maletas o nombre. Supongo que hay muchas cosas que no sabía de ella. ¿Por qué se fue? por ejemplo, porque nunca estuvo o por qué nunca estuvo. ¿Quién sabe? tal vez sí estuvo. Me dejaba indicios de su existencia, un cigarro abandonado en el cenicero, una taza de café sin acabar, una sartén sucia, una cadena del water a medio tirar. Y otras cosas.
¿Recuerdo cuando apareció? sé, que de pronto estaba en la casa, pero aun no sé desde cuando. La primera vez que la ví estaba descalza, con la camisa hortera de Pedro cubriéndola y sorbiendo despacio una taza de algo, café supongo; yo me despertaba resacoso y ni siquiera me sorprendí de ver a una desconocida en mi cocina, no estaba en situación de intentar entender al mundo con sus rarezas. No estaba en situación siquiera de opinar sobre su posible belleza. Simplemente le dije que se apartara del cajón y saque una aspirina. Creo que oí algo sobre el sol mientras le daba la espalda y volvía a la cama. A los días o quizás semanas no sé, entré en el baño de golpe y la encontré leyendo sentada en el water. Buenos días le dije; con sorprendente normalidad ella contesto, ¿cómo estás? Nos miramos un par de segundos como quien se encuentra a alguien en el ascensor y no sabe que decir. Léete el artículo de Camboya, le dije, es interesante, y salí cerrando la puerta. Intuí entonces que la volvería a ver, que empezaría a ser algo cotidiano. Tal vez todo era un problema de horarios o de dejadez por mi parte. Poco a poco empecé a notar que eramos tres. La ropa interior de Pedro encogía por momentos y al mismo ritmo la nevera se llenaba de alimentos exóticos; kiwis, mandarinas, lentejas con chorizo. Las migas sobre la mesa de la cocina desaparecían y de alguna manera se reconvertían en compresas en la papelera del baño. La lista de la compra dejó de ser un adorno pegado en la nevera, se parecía más a una película censurada, en la que hay saltos que no consigues explicar. Yo callaba y simplemente aceptaba el nuevo orden impuesto, sin preguntar, sobre todo porque era cómodo. Pero Pedro se fue. Al día siguiente, me cruce con Amparo por el pasillo, nos miramos un segundo y le pregunté si quería algo del Eroski. Eso fue hace tres meses, quería leche al parecer. Pero ayer, Amparo, cogió sus maletas y se fue.


Ramiro B. Romero

El desamor a la postre

El desamor a la postre


Hoy he visto la luz, es decir si a ver tu futuro negro se le puede llamar ver la luz. Como un comensal sin derecho a mesa, como el niño cabezota que fui y nunca se comió las espinacas, en tres días. Sí, fueron tres días eternos pero ya entonces tenía mis principios, que pronosticaban por supuesto un triste final, sin postre. Indiferente es que los principios sean más o menos astutos, en un acto de libertad suprema reivindicaba mi derecho a no ser popeye, a no dejarme engatusar por la propaganda yanqui, ni por frases más o menos ocurrentes, mi derecho a ser un alfeñique, mi derecho a eso, a quedarme sin postre. Tengo 31, que como nunca dijo Machado (Antonio, no Manuel) es demasiada edad para un español desenamorado. Estamos programados genéticamente para morir a los 30, a esta edad en Atapuerca sería un sabio (no eran muy listos los de Atapuerca, todo hay que decirlo), sería miembro fundador del consejo de ancianos, y sin embargo heme aquí desenamorado, sin hijos ni nietos a los que transmitir todo mi saber, bien por ellos. Demasiado tarde para morir joven, que dijo algún otro miembro del consejo. Demasiada vida para ser inocente. En la edad de la confusión. A los 33 Jesucristo fue crucificado (quieras que no esto consuela). Según dicen empezó a hacer bolos por palestina a eso de los 30, tenía éxito, así que se tiró tres años de gira hasta llegar hasta ese apoteósico final en el monte del calvario. Creo que también Sidharta Gautama rondaba los 30 cuando alcanzó la iluminación y el apodo, Buda. ¿Mahoma?, francamente no tengo ni idea, pero me aventuro a decir que no se alejaba en más de diez años de la treintena. Será entonces que los treinta son la plenitud espiritual y filosófica? que no sexual (¿habrá relación?). ¿La habrá? De los tres citados el único con churri era Mahoma, pero su mujer, Jadiya, le sacaba unos años, era una viuda rica, todo hace sospechar un braguetazo (es decir un chilabazado, que no se estila la bragueta por esos lares). El profeta debió sin duda hacer uso del matrimonio pues creo que tuvo más de una hija. Pero desde luego los otros dos sabios se desentendieron del tema. Y quizás os parezca una estupidez, pero seriamente creo que un tema y otro están íntimamente relacionados. Si al ungido le hubiesen mirado un poco más esos ojos verde esmeralda, habría cargado otra cruz. Le habría dicho a Pedro tira tu que a mi me da la risa. Muchos lo hubiesen agradecido, no sé si él, ni María. Tal vez el pobre de Pedro, que al fin y al cabo era un hombre sencillo que sólo quería pescar un buen mero. Todavía ningún teólogo serio a planteado esa duda, ¿no serán todo ese conjunto de enseñanzas más que el resultado de un desamor?, ¿no será que esos ojos verde esmeralda empezaron a mirar a un tal Judas de soslayo? Si Jesucristo o Buda hubiesen tenido algo más de éxito, ¿se hubiesen puesto a pensar en temas completamente superfluos, como la transmigración de las almas, o las cuatro nobles verdades? Todavía nadie lo ha planteado pero, los dos a cierta edad se retiraron, uno al desierto y otro creo que a un bosque, ¿no es esta la típica actitud de un desenamorado? Heme aquí pues demasiado viejo para ser joven, demasiado joven para ser viejo, demasiado obtuso para ser sabio, demasiado sabio para ser idiota. Demasiado vivo para morir de pena, demasiado alegre para lo mismo. Heme pues aquí desencantado pero sin ningún mensaje que transmitir, sin ninguna gana de retirarme al desierto, prefiero ser tentado en la barra de un bar. Con la sensación, casi certeza de que ya nunca volveré a enamorarme como en las películas ñoñas. Que sólo quizás entre las piernas de una inocente veinteañera se halla la verdad suprema.

Ramiro B. Romero





Público entusiasmado


Elena, Oscar y Blanca en plena actuación

Mi Amiga Amparo


Dibuix de la Beti

leila

Breu aportació de la gemma parlant de desamor. Sempre des del cariñu, sense més pretencions polèmiques que les justes i necessàries.


El desamor y los postres. Gemma

Vet aquí el vídeo de la Gemma per a la sessió del "Desamor y los postres". Atenció a l'actuació de la Beti, que es torna a superar en el seu característic paper de personatge angoixat.

dissabte, 15 de novembre del 2008

Como me come mi niño

KILIAN- Mama, mama…
AMIGA- Ahora viene este, a ver qué quiere…
KILIAN- Mama, dame dinero, que tengo hambre…
AMIGA- Tú a este no les des na, que se lo gasta todo en drogas y en las tragaperras…que es más inútil que un supositorio con sabor a fresa
KILLIAN- Si no fuera por este pedaso de paquete que tengo, seguro que me confundirían con un angelito
AMIGA- Que no, que no, que no le des na. Que no te enteras de nada, que parece que estás ciega, que es pa drogas…
KILLIAN- Que sí, que es pa comer
- canción ojos de brujo “na en la nevera” del minuto 1 al 1:35)

AMIGA- Anda, que eres más sospechoso que un gitano haciendo footing.
KILLIAN- Joer mama, dame 50 eurillos mujer, que luego te los devuelvo
AMIGA- Cómo se los vas a devolver, si no levantas el culo del sofá.
KILIAN- Ay, hija, es que la cosa está mu mal…Los inmigrantes…todos a la puta calle, que nos quitan el trabajo
AMIGA- Pero qué dices, si tú nunca has trabajado. Si trabajas menos que Georgie Dan en invierno.
KILIAN - No trabajo por eso, porque nos lo quitan, si están todos apiñados ahí en la obra.
AMIGA- Anda calla, que lo único que te pueden quitar es la tontería, y la llevas pegada al cuerpo.
KILLIAN- Mama, dile que no me hable así, que luego me causa un trauma y tendré que ir al psicólogo.
AMIGA- Trauma el que tienes tú. Si fuera al psicólogo todavía, el único profesional que paga este inútil es a una puta.
KILLIAN- No, porque ya no me fían.
AMIGA- Claro, nadie se fía de un caradura. Cuando yo tenía su edad ya tenía 36. Empecé a trabajar a los 15 años en la peluquería, y mírame ahora, me acaban de hacer encargada de lavar lo pelos. Es que sin ambición, no vas a ninguna parte.
Y no como tú, que te mata la espalda, que no sabes na más que limpiar suelos de rodillas. Y con la pensión de tu Manolo, que diós lo tenga en el cielo y no lo deje salir más, no te llega ni pa el ducados del niño. Y menos mal que no fuma Camel.
Fíjate, que como te sigan bajando la pensión, vas a tener que pagar tú.
La verdad es que podrían hacer lo mismo con la hipotéca.
KILLIAN- Pero hija, déjate de tonterías, siempre llorando, que pa dramas ya tenemos el telediario.
AMIGA- Este hijo tuyo es un geta. Cria cuervos y te sacarán los ojos.
KILIAN- pero que sabréis vosotras, yo soy una persona muy productiva, me dedico a pensar en lo poblemas desta socieda. Y cuando mas lo pinso mas necesito que me prestes esos 50 euros
AMIGA- Este hijo tuyo es más falso que los collares del negro del EQUIPO A. No le des más na, Mari.
KILLIAN- Gracias, mama, cómo te quiero. Soy más feliz que MacGuiver en un desgüace.
(Suena el teléfono)
KILLIAN- Oye, chofa, que ya tengo los 50 pavos, prepárame 2 gramillos.
Elena y Oscar

En defensa propia

Justo cuando piensas que nada puede ir peor te tropiezas y caes en el único charco que queda de la última lluvia y te clavas una jeringuilla infectada de hepatitis A B y C que estaba escondida entre el barro. En un golpe de suerte no te la clavas en un ojo como cabría esperar a estas alturas sino en el tercer espacio intercostal (o algo así, que nunca me entero bien). Así que con tu jeringuilla colgadita como un adorno navideño te diriges al metro con total tranquilidad, mejor no ponerse nervioso que con el día que llevas igual te da un infarto. En el metro la gente te mira, que sabrán ellos de las últimas tendencias. Algún capullo, y es que siempre hay un capullo, te comenta que llevas una jeringuilla colgando. Con tu experiencia en estas lides, prefieres un golpe de sarcasmo a uno en la mandíbula, que si bien, es más directo y efectivo el primero te aporta un aire de dignidad, que nunca viene mal. Aunque bien mirado... en fin que decides no irte solo al hospital, que no es bueno que el hombre este solo. Llegas al hospital y tras dar tus datos, (si una jeringuilla colgando, ¿que pasa?) te sientas en la salita de urgencias, miras a la mesa de las revistas y ves el quijote, primera parte, segunda parte y segunda parte apócrifa versión comentada; pero lo bueno de estar muy jodido es que pocas cosas te alteran, uno llega a una especie de paz espiritual relativa, que te hace comprender mejor el mundo, de pronto sabes todo lo que necesitas saber: no hay que lamentarse, pues la vida siempre tiene esa asombrosa capacidad para empeorar. El capullo de la mandíbula rota te dice por señas que por que no te sacas la jeringuilla del tercer espacio intercostal (bueno esto último no lo dice exactamente así). Le atizas otra vez dado que aquello del sarcasmo no termina de afectarle y decides no explicarle que en las películas del oeste nunca se sacaban las flechas, como mucho las partían, y que uno es un sentimental y le termina cogiendo cariño a las cosas y que coños... le vuelves a atizar. Empiezas a disfrutar vuestra recién estrenada amistad. La enfermera que entra y sale, no sólo no se parece en nada a la de tus sueños eróticos, pérfidamente manipulados por la televisión, sino que además es una puta borde, pero bueno, nada que te sorprenda. Después de terminar de escribir tu tercer ensayo sobre el Quijote, se acerca tu pesadilla erótica y te dice con su bello tono musical de tabernero de puerto, que es tu turno. Durante un par de segundos te alteras pensando: mi turno... de que?..., luego miras la jeringuilla, lo recuerdas todo, y ya mucho más tranquilo pasas. Por supuesto el médico, es primo hermano de la enfermera y pa mi que se lo hacen entre ellos. El susodicho médico después de mirarte de arriba abajo sin ningún interes te repite aquello de: Lleva usted una jeringuilla colgando, pero sin mostrarse sorprendido, más bien con ganas de joder. Le aplicas tu mejor cara de mala hostia y le dices que a lo suyo. Luego te arrepientes al recordar que tu ridícula vida está en sus ridículas manos. Pero bueno, lo dicho, pocas cosas pueden realmente alterarte. Mientras te saca la jeringuilla en una complicada operación, obviamente haciéndote notar que no hay que estudiar una carrera para sacar una jeringuilla, te da un par de nombres de psicólogos expertos en hipocondría. Te replanteas aquello de matarle y piensas que en fin, al menos es más ingenioso que el capullo de la mandíbula, los brazos y las piernas rotas (igual hay algo que se me ha pasado contaros). Se acaba aquella bella relación paciente-médico y te manda a hacer gárgaras, con su sonrisa de superioridad intacta. Para demostrarte que el hecho de que seas imbécil y él te lo haga saber no es nada personal te manda a hacer unos análisis. Te marchas del lugar, con una ridícula tirita y con la sensación, casi certeza de ser un imbécil. Al cruzarte con el parapléjico circunstancial ese le rompes un par de dedos que le quedaban sanos como quien pega a un niño por no poder pegar a su padre. Llegas a casa y duermes, evidentemente la cena estaba sosa, te has quedado sin cervezas y sin tabaco, el servicio contestador de telefónica te ha informado de que no te llama ni cristo y en el buzón el banco se acuerda de ti como tú de la puta madre del Botín, constantemente; pero bueno tienes la suerte de tu lado y te ha tocado un regalo seguro... sólo tienes que hacer una llamada a un 906 y te toca ¡eh de verdad! En fin que la vida pasa y a los dos días se te notifica de que te acabas de incorporar al maravilloso club de la hepatitis que si te ves amarillo en el espejo no te falla la vista, ni hay que cambiar la bombilla, al mismo tiempo te llega información sobre la asociación de enfermos hepáticos de España que tienen diversas actividades y todos los martes realizan un vermú solidario con los enfermos hepáticos damnificados por la lluvia y la guerra en el suroeste de Afganistán. Manda huevos, ni siquiera te has pillado una sífilis bien pillada, pero que esperabas. Así que un buen día te sientas frente a un espejo y te emborrachas en defensa propia, contigo, con el de enfrente y con tu sombra y decides que te sientes bien.

Ramiro B. Romero,

Madrid
sábado, 14 de septiembre de 2002

divendres, 14 de novembre del 2008

Siempre pasa igual. Nada importante

Video del Alberdi sobre un personatge de vida insulsa.
Repeteix parella amb la flamant actuacó de la Carmen Sánchez.

Sempre pasa igual. Ganas de Reñí

La Carmen Sánchez va venir de Madrid amb aquest text tant andalús, i ella i el Carles Alberdi el van interpretar en directe, no tenim cap vídeo però si voleu fer memòria aquí teniu el text:
Ganas de Reñí