diumenge, 23 de novembre del 2008

En mi casa no

Subidas y bajadas

El bar era estrecho y estaba lleno de gente bailando en cualquier parte y de cualquier manera. Forrado de madera, intentaba imitar un bar del oeste americano con ruedas de diligencia y cornamentas de un metro de envergadura, aquí en un puerto en mitad del mediterráneo occidental. Daba igual, total, nada dentro del bar parecía tener demasiado sentido, así que el detalle de un rifle Winchester junto a un menorquín en abarcas era lo de menos. Jornada de puertas abiertas en una sucursal del manicomio de Mahón. Para añadir rarezas de vez en cuando entraba alguna lumi con su cliente escapados del puti de al lado. Bueno, era viernes, un viernes intenso, vendría bien un poco de locura extrema. La gente cantaba a gritos a puntito de entrar en éxtasis, era raro, pues que de entre todos los seres del lugar, ella se fijara de inmediato en uno alto y moreno que bailaba sobre una mesa, moviendo su flequillo sudado de un lado para otro y gritando fuera de si, con los ojos ausentes. Estaba ajeno al resto del mundo, se tomaba su danza como la cosa más seria del mundo, como si estuviese convocando a antiguos demonios del más allá. Un gin tonic de zaphir, rápido por favor o entro en crisis. En esa orgía de locura tal vez podría olvidar otras locuras más sutiles, menos obvias, pero que le habían minado poco a poco la vida. A la mierda, hoy le daba vacaciones a la depresión post ruptura, se iba a acercar al chavalín ese moreno y le iba a explicar en cuatro movimientos en que consiste la lujuria. Se giró a pagar y alguien susurró en su oído,
-Demasiado pronto para enamorarnos y demasiado tarde para olvidarnos.
-deberías plantearte despedir a tu guionista.
-no cobra mucho y al menos ha conseguido que nos conozcamos.
-Es lo único que ha conseguido hasta el momento.
-dale tiempo, la noche proveerá.
-Debo insistir con lo del guionista. Cuanto le pagas, le ofrezco el doble por dejar de escribir.
-No seas duro con él, mira es ese tipo-dijo él señalando a un tipo de pelo largo borracho que intentaba patéticamente ligarse a la camarera y añadió-y tu nombre, es difícil enamorarse sin tener un nombre que repetir.
-Es curioso que el sexo resulte mucho más fácil sin nombres.
-Está bien, tú ganas, sin nombres entonces.
-Ganamos los dos, por lo demás de acuerdo. Nos vamos o quieres seguir invocando al dios de la lluvia.
-Invocaba al del trueno, por lo demás de acuerdo.
Ella salió primero esquivando ágilmente a los borrachos, parecía suelta, como si llevase toda la vida haciendo eso, como si llevase toda la vida entrando en bares y llevándose al único tipo que le interesaba sin mediar casi palabra. Estaba inspirada aquella noche, porque en toda su vida solamente había estado con dos hombres y desde luego había hablado más de dos palabras antes de sacarlos del bar, por decirlo así. Él la siguió corriendo, hey espera, que no me da tiempo a seguirte. Se paró en seco, se dio la vuelta y sin darle tiempo a reaccionar le mordió el cuello.
-Yo pongo el coche y tú la cama.
-Es un trato- dijo él.
Subieron al coche y él la fue guiando hacia el final del puerto,
-Aparca aquí.
-Ahora me dirás que vives en un barco, ¿no?
-Has dicho que ponga la cama, en ningún momento has dicho que tenía que ser mía.
-Venga tío, dejate de historias y vamos a tu casa.
-Creo que no es posible. Alguna vez lo has hecho flotando- dijo él mientras tiraba de la cuerda para acercar el velero. La verdad es que sí, no llegó a decir ella, pero no es el momento de contarlo, dejó de añadir.
-Venga sube que nadie se va a dar cuenta.
Subió y de que manera, subió como no lo había hecho antes, subió y se quedó allí arriba unos instantes y olvidó por un segundo toda su existencia.


-Ts, Lucía, espabila, ni siquiera te voy a preguntar por el fin de semana. Es obvio que bien.
Lo que se pronosticaba como un lunes depresivo de duelo amoroso tras una larga ruptura, dándole vueltas a todo una vez más, resultó un día soleado en el que uno se siente feliz por el simple hecho de estar vivo.

-Bueno, deja de sonreír que tienes que ver a un chaval, el informe que te dí el miércoles; una buena pieza, Gustavo García del Olmo, 16 años, madre politoxicómana, padre alcohólico y violento, absentismo escolar desde los 12, hurtos, robos con intimidación, los últimos con violencia, amenazas, palizas; manipulador o violento, según las circunstancias, se escapó de Es Pinaret, el centro de Palma y por alguna razón ha acabado aquí. Te está esperando.
Abrió la puerta y un flequillo moreno la hizo caer y de que manera.


Ramiro B. Romero
Maó, 13 de Junio de 2008

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