diumenge, 16 de novembre del 2008

El desamor a la postre

El desamor a la postre


Hoy he visto la luz, es decir si a ver tu futuro negro se le puede llamar ver la luz. Como un comensal sin derecho a mesa, como el niño cabezota que fui y nunca se comió las espinacas, en tres días. Sí, fueron tres días eternos pero ya entonces tenía mis principios, que pronosticaban por supuesto un triste final, sin postre. Indiferente es que los principios sean más o menos astutos, en un acto de libertad suprema reivindicaba mi derecho a no ser popeye, a no dejarme engatusar por la propaganda yanqui, ni por frases más o menos ocurrentes, mi derecho a ser un alfeñique, mi derecho a eso, a quedarme sin postre. Tengo 31, que como nunca dijo Machado (Antonio, no Manuel) es demasiada edad para un español desenamorado. Estamos programados genéticamente para morir a los 30, a esta edad en Atapuerca sería un sabio (no eran muy listos los de Atapuerca, todo hay que decirlo), sería miembro fundador del consejo de ancianos, y sin embargo heme aquí desenamorado, sin hijos ni nietos a los que transmitir todo mi saber, bien por ellos. Demasiado tarde para morir joven, que dijo algún otro miembro del consejo. Demasiada vida para ser inocente. En la edad de la confusión. A los 33 Jesucristo fue crucificado (quieras que no esto consuela). Según dicen empezó a hacer bolos por palestina a eso de los 30, tenía éxito, así que se tiró tres años de gira hasta llegar hasta ese apoteósico final en el monte del calvario. Creo que también Sidharta Gautama rondaba los 30 cuando alcanzó la iluminación y el apodo, Buda. ¿Mahoma?, francamente no tengo ni idea, pero me aventuro a decir que no se alejaba en más de diez años de la treintena. Será entonces que los treinta son la plenitud espiritual y filosófica? que no sexual (¿habrá relación?). ¿La habrá? De los tres citados el único con churri era Mahoma, pero su mujer, Jadiya, le sacaba unos años, era una viuda rica, todo hace sospechar un braguetazo (es decir un chilabazado, que no se estila la bragueta por esos lares). El profeta debió sin duda hacer uso del matrimonio pues creo que tuvo más de una hija. Pero desde luego los otros dos sabios se desentendieron del tema. Y quizás os parezca una estupidez, pero seriamente creo que un tema y otro están íntimamente relacionados. Si al ungido le hubiesen mirado un poco más esos ojos verde esmeralda, habría cargado otra cruz. Le habría dicho a Pedro tira tu que a mi me da la risa. Muchos lo hubiesen agradecido, no sé si él, ni María. Tal vez el pobre de Pedro, que al fin y al cabo era un hombre sencillo que sólo quería pescar un buen mero. Todavía ningún teólogo serio a planteado esa duda, ¿no serán todo ese conjunto de enseñanzas más que el resultado de un desamor?, ¿no será que esos ojos verde esmeralda empezaron a mirar a un tal Judas de soslayo? Si Jesucristo o Buda hubiesen tenido algo más de éxito, ¿se hubiesen puesto a pensar en temas completamente superfluos, como la transmigración de las almas, o las cuatro nobles verdades? Todavía nadie lo ha planteado pero, los dos a cierta edad se retiraron, uno al desierto y otro creo que a un bosque, ¿no es esta la típica actitud de un desenamorado? Heme aquí pues demasiado viejo para ser joven, demasiado joven para ser viejo, demasiado obtuso para ser sabio, demasiado sabio para ser idiota. Demasiado vivo para morir de pena, demasiado alegre para lo mismo. Heme pues aquí desencantado pero sin ningún mensaje que transmitir, sin ninguna gana de retirarme al desierto, prefiero ser tentado en la barra de un bar. Con la sensación, casi certeza de que ya nunca volveré a enamorarme como en las películas ñoñas. Que sólo quizás entre las piernas de una inocente veinteañera se halla la verdad suprema.

Ramiro B. Romero

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