dissabte, 15 de novembre del 2008

En defensa propia

Justo cuando piensas que nada puede ir peor te tropiezas y caes en el único charco que queda de la última lluvia y te clavas una jeringuilla infectada de hepatitis A B y C que estaba escondida entre el barro. En un golpe de suerte no te la clavas en un ojo como cabría esperar a estas alturas sino en el tercer espacio intercostal (o algo así, que nunca me entero bien). Así que con tu jeringuilla colgadita como un adorno navideño te diriges al metro con total tranquilidad, mejor no ponerse nervioso que con el día que llevas igual te da un infarto. En el metro la gente te mira, que sabrán ellos de las últimas tendencias. Algún capullo, y es que siempre hay un capullo, te comenta que llevas una jeringuilla colgando. Con tu experiencia en estas lides, prefieres un golpe de sarcasmo a uno en la mandíbula, que si bien, es más directo y efectivo el primero te aporta un aire de dignidad, que nunca viene mal. Aunque bien mirado... en fin que decides no irte solo al hospital, que no es bueno que el hombre este solo. Llegas al hospital y tras dar tus datos, (si una jeringuilla colgando, ¿que pasa?) te sientas en la salita de urgencias, miras a la mesa de las revistas y ves el quijote, primera parte, segunda parte y segunda parte apócrifa versión comentada; pero lo bueno de estar muy jodido es que pocas cosas te alteran, uno llega a una especie de paz espiritual relativa, que te hace comprender mejor el mundo, de pronto sabes todo lo que necesitas saber: no hay que lamentarse, pues la vida siempre tiene esa asombrosa capacidad para empeorar. El capullo de la mandíbula rota te dice por señas que por que no te sacas la jeringuilla del tercer espacio intercostal (bueno esto último no lo dice exactamente así). Le atizas otra vez dado que aquello del sarcasmo no termina de afectarle y decides no explicarle que en las películas del oeste nunca se sacaban las flechas, como mucho las partían, y que uno es un sentimental y le termina cogiendo cariño a las cosas y que coños... le vuelves a atizar. Empiezas a disfrutar vuestra recién estrenada amistad. La enfermera que entra y sale, no sólo no se parece en nada a la de tus sueños eróticos, pérfidamente manipulados por la televisión, sino que además es una puta borde, pero bueno, nada que te sorprenda. Después de terminar de escribir tu tercer ensayo sobre el Quijote, se acerca tu pesadilla erótica y te dice con su bello tono musical de tabernero de puerto, que es tu turno. Durante un par de segundos te alteras pensando: mi turno... de que?..., luego miras la jeringuilla, lo recuerdas todo, y ya mucho más tranquilo pasas. Por supuesto el médico, es primo hermano de la enfermera y pa mi que se lo hacen entre ellos. El susodicho médico después de mirarte de arriba abajo sin ningún interes te repite aquello de: Lleva usted una jeringuilla colgando, pero sin mostrarse sorprendido, más bien con ganas de joder. Le aplicas tu mejor cara de mala hostia y le dices que a lo suyo. Luego te arrepientes al recordar que tu ridícula vida está en sus ridículas manos. Pero bueno, lo dicho, pocas cosas pueden realmente alterarte. Mientras te saca la jeringuilla en una complicada operación, obviamente haciéndote notar que no hay que estudiar una carrera para sacar una jeringuilla, te da un par de nombres de psicólogos expertos en hipocondría. Te replanteas aquello de matarle y piensas que en fin, al menos es más ingenioso que el capullo de la mandíbula, los brazos y las piernas rotas (igual hay algo que se me ha pasado contaros). Se acaba aquella bella relación paciente-médico y te manda a hacer gárgaras, con su sonrisa de superioridad intacta. Para demostrarte que el hecho de que seas imbécil y él te lo haga saber no es nada personal te manda a hacer unos análisis. Te marchas del lugar, con una ridícula tirita y con la sensación, casi certeza de ser un imbécil. Al cruzarte con el parapléjico circunstancial ese le rompes un par de dedos que le quedaban sanos como quien pega a un niño por no poder pegar a su padre. Llegas a casa y duermes, evidentemente la cena estaba sosa, te has quedado sin cervezas y sin tabaco, el servicio contestador de telefónica te ha informado de que no te llama ni cristo y en el buzón el banco se acuerda de ti como tú de la puta madre del Botín, constantemente; pero bueno tienes la suerte de tu lado y te ha tocado un regalo seguro... sólo tienes que hacer una llamada a un 906 y te toca ¡eh de verdad! En fin que la vida pasa y a los dos días se te notifica de que te acabas de incorporar al maravilloso club de la hepatitis que si te ves amarillo en el espejo no te falla la vista, ni hay que cambiar la bombilla, al mismo tiempo te llega información sobre la asociación de enfermos hepáticos de España que tienen diversas actividades y todos los martes realizan un vermú solidario con los enfermos hepáticos damnificados por la lluvia y la guerra en el suroeste de Afganistán. Manda huevos, ni siquiera te has pillado una sífilis bien pillada, pero que esperabas. Así que un buen día te sientas frente a un espejo y te emborrachas en defensa propia, contigo, con el de enfrente y con tu sombra y decides que te sientes bien.

Ramiro B. Romero,

Madrid
sábado, 14 de septiembre de 2002

1 comentari:

  1. hola me parese muy bien esto que haceis la chica del pelo rubio me ha paresido muy creativa
    gracias por dejarme partisipar

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