diumenge, 16 de novembre del 2008

Amparo

Se fue. Cogió sus maletas y se fue. Amparo. Es curioso, ni siquiera sabía que tuviese maletas o nombre. Supongo que hay muchas cosas que no sabía de ella. ¿Por qué se fue? por ejemplo, porque nunca estuvo o por qué nunca estuvo. ¿Quién sabe? tal vez sí estuvo. Me dejaba indicios de su existencia, un cigarro abandonado en el cenicero, una taza de café sin acabar, una sartén sucia, una cadena del water a medio tirar. Y otras cosas.
¿Recuerdo cuando apareció? sé, que de pronto estaba en la casa, pero aun no sé desde cuando. La primera vez que la ví estaba descalza, con la camisa hortera de Pedro cubriéndola y sorbiendo despacio una taza de algo, café supongo; yo me despertaba resacoso y ni siquiera me sorprendí de ver a una desconocida en mi cocina, no estaba en situación de intentar entender al mundo con sus rarezas. No estaba en situación siquiera de opinar sobre su posible belleza. Simplemente le dije que se apartara del cajón y saque una aspirina. Creo que oí algo sobre el sol mientras le daba la espalda y volvía a la cama. A los días o quizás semanas no sé, entré en el baño de golpe y la encontré leyendo sentada en el water. Buenos días le dije; con sorprendente normalidad ella contesto, ¿cómo estás? Nos miramos un par de segundos como quien se encuentra a alguien en el ascensor y no sabe que decir. Léete el artículo de Camboya, le dije, es interesante, y salí cerrando la puerta. Intuí entonces que la volvería a ver, que empezaría a ser algo cotidiano. Tal vez todo era un problema de horarios o de dejadez por mi parte. Poco a poco empecé a notar que eramos tres. La ropa interior de Pedro encogía por momentos y al mismo ritmo la nevera se llenaba de alimentos exóticos; kiwis, mandarinas, lentejas con chorizo. Las migas sobre la mesa de la cocina desaparecían y de alguna manera se reconvertían en compresas en la papelera del baño. La lista de la compra dejó de ser un adorno pegado en la nevera, se parecía más a una película censurada, en la que hay saltos que no consigues explicar. Yo callaba y simplemente aceptaba el nuevo orden impuesto, sin preguntar, sobre todo porque era cómodo. Pero Pedro se fue. Al día siguiente, me cruce con Amparo por el pasillo, nos miramos un segundo y le pregunté si quería algo del Eroski. Eso fue hace tres meses, quería leche al parecer. Pero ayer, Amparo, cogió sus maletas y se fue.


Ramiro B. Romero

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